Gillian |
Apenas faltan 5 meses para que la novela llegue a Amazon y para hacer un poquito menos larga la espera, he pensado subir al blog un pequeño fragmento de la novela... Muy pequeño, pero que os servirá para conocer un poquito mejor a las protagonistas.
Samuel |
"Salgo a un sol
espléndido de primavera, de esos que te deslumbran si no llevas tus gafas de
sol bien puestas y bien graduadas… porque, ¿te he dicho que soy más miope que
mi madre? Ésta es la clase de cosas que ella no mencionaba en las entrevistas
porque no era amante de sacar a la luz debilidades ni defectos. Pues sí, que lo
sepas, soy miope y llevo gafas. No las he llevado siempre, por supuesto, sólo
de un tiempo acá. Unos dos años, más o menos.
Aunque la verdad es que
tengo la mala costumbre de olvidarlas en algún rincón de la casa.
«Desastre, desastre,
desastre.»
Será por eso que me doy
de bruces con un tipo alto y, ¿bastante guapo?, en mitad de la calle.
Me mira con ojos
desorbitados, oscuros y cálidos como una taza de chocolate deshecho, y juraría
que se le ha cortado la respiración.
«Pero ¡serás vanidosa!»
Que sí, que sí, míralo
tú: ahí, plantado, sin apartar los ojos de mí, sin decir ni mu, como si le
hubiera comido la lengua el gato. Asombroso, no recuerdo un comportamiento
parecido ni en lo mejor de mis dieciocho años.
—Perdona…
—…
—Perdona… ¿Puedo
ayudarte en algo? ¿Estás bien?
—…
—Oye, me estás
asustando, ¿te ocurre algo?
—¿Eres real?
«¿Me está vacilando?»
—Perdona… Por supuesto
que soy real, tócame.
«¿Le he dicho “tócame”?
Cada día estoy peor. Oh, my God!»
Pues sí, lo he dicho
porque alarga la mano y me acaricia la mejilla. Tiene las manos suaves y
calientes. Y huele bien ¿Armani? ¿Dior?
—Jamás vi nada tan
hermoso.
«Otro que necesita
gafas… y a éste unas de Prada le quedarían de miedo.»
—¿No exageras un poco?
«Me gustaría saber por
qué estoy iniciando una conversación con un hombre del que no sé ni su nombre.»
—No —afirma
categóricamente mientras sonríe, todavía embobado—. En absoluto… aunque tal vez
tú no te veas con los mismos ojos que te veo yo.
—En eso tienes toda la
razón. Yo no pongo mirada de corderito degollado.
«¿Así ligan los tíos
ahora? ¡Qué desfasada estoy!»
—Perdona… te llamas…
—Sam… Samuel Johnson.
—Gillian O’Keeffe,
aunque todos me llaman Gill.
—Claro, claro… Y a mí
Sam.
«Me gusta el nombre de
Sam.»
—¿Puedo invitarte a algo,
un café, una copa?
—Yo… Eh… Yo… La verdad
es que voy un poquito apurada de tiempo, esta noche tengo una cena familiar y…
Suena mi iPhone; el
nombre de Alex aparece reflejado en la pantalla como un recordatorio de que no
tengo nada que hacer con este hombre, en mitad de la calle; un hombre al que
acabo de conocer, a quien probablemente no volveré a ver en mi vida, un hombre
que es demasiado guapo para olvidarse de él de un día para otro… Pero yo tengo
pareja, y mi pareja me espera en casa, y es su cumpleaños, y yo no puedo amargarle
el día hablándole de este encuentro. Porque tú tal vez no lo sabes o no lo
recuerdas, pero Alex es muy celosa (y yo no lo soy menos) y si le hablara de
Sam… Pero ¿qué tonterías estoy diciendo? ¿A santo de qué le voy a hablar de
Sam? Sam es una anécdota, un paréntesis en el ajetreo de hoy; mañana ni
siquiera me acordaré de él, ni él de mí, aunque ahora jure y perjure lo
contrario.
Alexandra |
Respondo a la llamada.
—Dime…
—¿Se puede saber dónde
te metes?
—En Bond Street, frente a Prada… He ido a comprarme el vestido para la cena.
—Pero si tienes el
armario a rebosar…
—No había nada que me
gustara.
—Eres una caprichosa.
—No es verdad.
De repente veo a Sam,
que sigue sin quitarme ojo de encima.
—Oye, te dejo, nos vemos
luego en casa.
—¿Estás con alguien?
—No… Bueno, sí… Ya te
contaré a la vuelta.
—¿Hombre o mujer?
—¿Qué más da?
—¿Me lo dices o lo tengo
que adivinar?
—Que te digo que te lo
cuento luego.
Y cuelgo.
Y el tipo sigue ahí.
Inamovible como un semáforo. Impertérrito como un Adonis griego. Con esa carita
de niño que se ha quedado sin postre. ¿Y qué hago yo ahora? ¿Qué digo?
«¡Qué mal resuelvo estas
situaciones, Señor, qué requetemal!»
Intento parecer amable;
ni poco ni mucho, sólo amable.
—Ha sido un placer
conocerte, pero llevo prisa y no puedo entretenerme más.
—¿Volveré a verte?
—Lo dudo.
—Eso no es un «no»
tajante.
—Nadie sabe lo que nos
deparará la vida, ni siquiera nosotros.
—Mantendré la esperanza
intacta.
—Allá tú.
Me niego a dar alas a su
enamoramiento de colegial y me voy sin volver la vista atrás. Cuanto antes
desaparezca, antes lo olvidaré, antes me olvidará y antes quedará todo
olvidado."
Y EL DÍA 28... TACHÁN, TACHÁN, TACHÁN... ¡¡LA PORTADA!!
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